¿El señor no oyó hablar jamás de la chicharra machacui? Una mariposa que es una vibora. Sí. ¿Qué le parece? Una cosa tan linda, una florecita que vuela, cuando a la hora de la hora viene volando se tropieza con uno y le clava el aguijón, que tiene ponzoña. No sale por las tardes porque le diré que es medio cegatona. Donde ve luz allá se va.Y como era casi de noche, mi indiecita estaba con el niño recogiendo los vasos de caucho y habia encendido su linterna. Llegó, como le decia, la chicharra machacui y el niño se puso a dar grandes alaridos; pero yo no comprendia nada. Sólo ella, reconociendo estos bichos, vio el bracito mojado en sangre. La madre lo agarró y miró a todos los lados como si buscara amparo de la virgen santisima. ¡Ah, señor, sólo una india es capaz de hacer cosa semejante! En un dos por tres se arrodilló en tierra como lo estaba diciendo, afiló el machete y, ¡tras!, le cortó el brazo hasta el codo, ¡cómo si me lo hubiera cortado a mí, señor! Se oyó tan lejos el grito y los llantos que hasta el bosque parecía callarse, y yo estaba loco de atar. ¿Se figura? La madre amarraba el muñón con un pedazo de camisa y corría sin gemir, en dirección al campamento, donde el patrón, que era algo médico, podía quizás curar al niño; corría por la selva nocturna llena de luciérnagas y de rugidos y del sonido más terrible de la serpiente cascabel. Durante una hora estuvo corriendo. Yo iba detrás con el fusil listo para los tigres. Cayó al fin muerta del mal de corazón; y el niño murió allí, gimiendo en la selva endemoniada. Se quedó lelito bajo un árbol de caucho, blanco como el papel.
Entonces, de un salto, bajó de la sombra el tigre que había estado siguiéndolos y se llevó, señor, al muertecito, para comérselo... Yo no sé volver a la Patria... Era una mariposa bonita, señor, una mariposa que tenía veneno. Dígame si es justo, por la santa caridad, que así se llevaran a mi angelito.
Entonces, de un salto, bajó de la sombra el tigre que había estado siguiéndolos y se llevó, señor, al muertecito, para comérselo... Yo no sé volver a la Patria... Era una mariposa bonita, señor, una mariposa que tenía veneno. Dígame si es justo, por la santa caridad, que así se llevaran a mi angelito.
Ventura García Calderón
Notable diplomático y escritor peruano. Nació en Lima (1876); murió en París (1959).

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